Dejémoslo claro desde el principio: Justin Timberlake es una estrella.
Posee todo el talento, la energía, el fulgor, el petardeo, el atractivo físico, las contradicciones y las pretensiones que definen a los que viven en la constelación del espectáculo.
Timberlake se ha prestado al juego de la MTV, a sus montajes y a sus espectaculitos.
Como pocos, ha sobrevivido y ha sacado espacio propio para brillar por su indiscutible valía como cantante, bailarín, músico y showman.
Nació para la causa en el Club Disney, pero lo conocimos como el más guapo de los 'N Sync, luciendo adorable pelo rizado e insolente sonrisa.
Cuando terminó la boyband, lo apropiado era echarse atrás, porque nunca queda mucho futuro para los que han formado parte de operaciones de marketing y diseños de radiofórmula.
Pero Justin tenía tantas ganas de demostrarnos lo que podía hacer que el éxito ha sido suyo.
Ha acabado erigiéndose como la última esperanza blanca del R&B.
Ha acabado erigiéndose como la última esperanza blanca del R&B.
Es adicto a combinar ropa deportiva, a lucir cadenas y abalorios, a sorprender con serios trajes de chaqueta y, para nuestra alegría, a enseñar el body sin complejos.
Sus novias más conocidas, Britney Spears y Cameron Diaz, lo hicieron gran favorito de la prensa del corazón, mientras su disco 'Justified' convencía en las listas de éxitos.
Y Justin ha seguido dando la nota al estilo MTV.
No olvidemos que fue Timberlake quien nos permitió vislumbrar la teta de Janet Jackson en la Superbowl.
Ante la polémica, la excusa de Justin ya es leyenda: 'Se debió a un mal funcionamiento del vestuario', aseguró.
Justin se entrega y se mueve como ninguno.
Madonna, la misma que besó a Britney cuando eran novios, ha querido bailar con Timberlake.
Madonna, la misma que besó a Britney cuando eran novios, ha querido bailar con Timberlake.
Aunque sólo sea durante cuatro minutos. Tic tac, tic tac.
Y no voy a insistir en lo bueno que está, porque las imágenes hablan por sí solas.
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